Para alentar a tu país, no hay excusas. Los días que juega
nuestra selección peruana , todos nos hacemos un espacio en nuestro cronograma diario
para ver el partido por televisión o en el mejor de los casos, un espacio para
ir a dejar la garganta en mismísimo y espectacular Estadio Nacional.
Así estés en el trabajo, en el colegio, estés enfermo o no,
la selección -para la gran mayoría de peruanos-, es más importante que el club
por el cual es hincha y siempre querremos ver sus partidos cuando le toca jugar
de visita.
Ayer (viernes 10 de noviembre), nuestra selección de fútbol
enfrentaba a Nueva Zelanda en el Westpac Stadium en Welligton los primeros 90
minutos de 180 que había por jugar para alcanzar el más anhelado sueño: La
clasificación al Mundial.
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Hinchas se reunieron en parque Kennedy para alentar a Perú. / Fuente: Latina |
Fue una decisión complicada por la costumbre de verlo en
familia desde la comodidad de mi casa, pero decidí dejar mi rutina normal y
hacer algo diferente. Decidí vivir una experiencia diferente, quizá nunca la
olvide (fue espectacular), decidí ponerme la camiseta más hermosa que tengo,
una de color blanco con una franja roja y tomé un taxi hasta el Parque Kennedy.
En el transcurso del viaje, el taxista me contó algo raro para mí y tal vez
para muchos también. Él NO veía los partidos que Perú jugaba de visita, si no,
lo escuchaba a través de su radio mientras taxeaba por las calles de Lima, era
su cábala.
Ya eran casi las 9 de la noche y ya iba llegando, me
encontraba atascado en el tráfico de la Av. Arequipa a 5 cuadras de llegar a mi
destino, se escuchaban bombos, platillos y centenares de personas que tienen la
misma enfermedad que me da cada vez que juega la selección: Fanatismo crónica.
La llamo así porque cada vez que la blanquirroja disputará un partido entro en
ansiedad, desesperación y con ganas de que empiece el encuentro.
No aguanté que mi taxi no avanzara, le pagué el viaje y
caminé las cuadras restantes. Llegué al lugar y fue un amor a primera vista,
hinchas vestidos igual que yo cantando con todo el corazón. “Canta blanquirroja
esta canción, de corazón…que poco a poco volveremos al mundial… una vez más,
una vez más, Perú”. Lo primero que hice fue unirme a estos hinchas para que
este canto llegue de Lima a Wellington. Sí, suena absurdo, pero así de absurdo
puede ser el amor verdadero.
Iban pasando los minutos y la hora de que el árbitro pitara
el inicio del encuentro se iba acercando. Para suavizar el momento de ansiedad
que vivíamos los hinchas, el encargado de la música puso canciones que
identifican al pueblo peruano, temas como: “Contigo Perú”, “Y se llama Perú”,
“Porque yo creo en ti” y “Volveremos al Mundial”. Pese a ello, canción tras
canción, el tiempo pasaba, las personas se comenzaron a ubicar en lugares
cómodos, los cánticos se entonaban a todo pulmón –hasta que la garganta no de
más- y los corazones latían a mil por minuto.
10:13 de la noche. Uno de los más electrizantes de mi vida y
tal vez, una de las mejores sensaciones que tuve por ver a la selección.
Observar a 11 peruanos abrazados
entonando las sagradas notas de nuestro Himno Nacional y en Miraflores, era
similar, pero en vez de once, centenares. El sonido del pito arbitral se
escuchó e inmediatamente los aplausos, acompañado de un “¡Vamos Perú!”,
hicieron estallar el Parque Kennedy.
El primer grito del pueblo peruano fue de lamento a los 3
minutos, luego de que Jefferson Farfán luche y empuje el balón entre tres
jugadores neozelándeses. El balón se dirigía rumbo al arco, el pueblo se
preparaba para grital “GOOOOOOOOL”, pero no, apareció la mano salvadora del
compañero de Yordy Reyna, el arquero del país oceánico, Stefan Marinovic, la
sacó cuando la pelota ya estaba tocando la línea de la portería, ahogó el grito
preferido por todos, el grito del gol.
Corría el primer tiempo y la pelota pasaba de un peruano a
otro, no se hallaba la forma de que alguien desequilibre y logre entrar al buen
bloque defensivo que había puesto Anthony Hudson, DT de la selección de Nueva
Zelanda, con 5 al fondo y los medios que llegaban rápidamente apenas Perú tenga
el balón. La gente se comenzaba a impacientar porque el gol que tanto pedíamos
no llegaba, nos encontrábamos en la cornisa del buen juego pero sin profundizar
en busca del ansiado tanto.
Finalizado el primer tiempo, teníamos 15 minutos para
respirar fuerte, calmar el corazón y tomar algo para seguir cantando durante
todo el segundo tiempo. En el receso,
surgían las preguntas entre los hinchas, jugamos a ser Ricardo Gareaca:
¿Qué cambios hay que hacer? ¿Cómo reeplanteamos el juego? ¿Cambio para cambiar
la estrategia o simplemente hombre por hombre?
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La fiesta también estuvo en la Plaza de Armas de Lima. / Fuente: Depor |
Empezó el segundo tiempo, la Fe surgía nuevamente en
nuestros corazones, los cánticos se hacían escuchar en todo Miraflores y la
esperanza de que Perú meta un gol seguían intactas. Muchos recordábamos la
frase: “Perú juega mejor en los segundo tiempos”, pero pasaban los minutos y esa
frase quedó en el olvido. Segundo a segundo avanzaba el reloj y Nueva Zelanda
nos metía en su juego, la blanquirroja no era el mismo del primer tiempo, los
cambios llegaron tarde, al minuto 78 y no causaron el efecto que se esperaba.
Terminamos más peleando en busca del balón que jugando con ella.
El partido de ida del repechaje terminaba con un empate a 0,
dejando un sin sabor en la boca, con la sensación de que fuimos mejores y que
pudimos haber marcado, logrando la victoria. Lo hinchas optimistas seguíamos
con los cánticos, mientras que otros enojados abandonaban rumbo a sus hogares.
Quedan 90 minutos y la jugamos todos. Una final para todos
los peruanos, no dependemos de nadie, de ningún resultado, simplemente de
nosotros. Nos veremos nuevamente la cara, Perú y Nueva Zelanda, pero esta vez
en el Estadio Nacional de Lima.
Somos 33 millones de peruanos y juntos nos haremos sentir en
el Nacional.
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Este es el lema que usan los jóvenes hinchas de la selección. / Fuente: Twitter |
Porque TODOS creemos en ti.
Palabra de un hincha.
¡Vamos Perú!